Diagnóstico Prenatal de Anomalías Cromosómicas



Selección de la población de alto riesgo

El cribado de poblaciones para la detección de anomalías cromosómicas consiste en la aplicación sistemática de métodos que permitan seleccionar los individuos aparentemente sanos con mayor riesgo de padecerlas. No constituyen por lo tanto, procedimientos diagnósticos sino métodos para cuantificar el grado de incertidumbre o certeza de riesgo.

Por definición se obtiene la máxima efectividad mediante su aplicación universal a todas las gestantes. Sin embargo, dado que no son pruebas diagnósticas, los problemas que plantean su desarrollo y aplicación en la práctica se generan por el índice de resultados falsos positivos (generan ansiedad materna y procedimientos invasivos innecesarios de coste elevado y con riesgo intrínseco de pérdida fetal), o de falsos negativos (que conducen a la omisión del diagnóstico).

Está establecido, en general, que los requisitos exigibles a las pruebas de cribado sean: la inocuidad, fácil realización, bajo coste, buena aceptación, accesibilidad y por supuesto, una elevada sensibilidad y especificidad. Se acepta en general que un cribado poblacional debe tener como mínimo una tasa de detección del 75% con una tasa de falsos positivos del 5%.

El diagnóstico prenatal de anomalías cromosómicas fetales se ha basado hasta época reciente en la estimación del riesgo a priori, teniendo en cuenta determinados factores epidemiológicos, sobre todo el riesgo ligado a la edad avanzada de la madre. Estos criterios en la práctica resultan de escasa efectividad puesto que excluyen la población de gestantes menores de 35 años, que aún con menor riesgo individual de aneuploidía fetal, constituyen la mayoría de las gestantes y en términos absolutos representan más de dos tercios de las anomalías cromosómicas en nacidos vivos. Además la tasa de detección con este método es de sólo un 30% con una tasa de falsos positivos que puede llegar, dependiendo de la edad media de la población, hasta el 15%. Esto lo hace extremadamente inadecuado como método de cribado y por lo tanto se desaconseja universalmente en la actualidad.

Hoy en día se recomienda utilizar nuevos métodos de cribado que calculen el riesgo de alteración cromosómica teniendo en cuenta no sólo la edad materna, sino también algunas características fenotípicas ecográficas del feto (marcadores ecográficos) y bioquímicas.

Cada gestante tiene un riesgo concreto de tener un hijo portador de un defecto cromosómico. Para calcular el riesgo individual es necesario tener en cuenta su riesgo a priori, que depende de la edad materna y la edad gestacional. Este riesgo, para muchas de las anomalías cromosómicas, se incrementa con la edad materna y disminuye a medida que avanza la edad gestacional debido a la elevada letalidad intraútero (tabla 1). Este riesgo a priori se multiplica por un factor de riesgo o razón de probabilidad en función de los resultados de los tests de cribado ecográfico y bioquímico (cuadro 1). Un riesgo elevado por la edad puede verse disminuido por unos marcadores ecográficos o bioquímicos normales y, al contrario, un riesgo bajo en una mujer joven puede aumentar en función de unos marcadores alterados.

Tabla Anomalías Cromosomáticas
Riesgo estimado de trisomía 21 en relación con la edad materna y la edad gestacional.


Criterios para la estimación de riesgo de aneuploidía fetal


  • Edad materna.

  • Gestación previa aneuploide.

  • Progenitor con anomalía cromosómica estructural, aneuploidía en mosaico.

  • Marcadores bioquímicos en primero o segundo trimestre.

  • Marcadores ecográficos: translucencia nucal, hueso nasal, ductus venoso...

  • Anomalías ecográficas estructurales asociadas a cromosomopatía.






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